amenazas oficiales para casi todos
La Argentina del miedo
Peralta se sumó a la lista de gobernadores maltratados por el poder central. Aprietes a Techint. Temor vs. respeto.
Primero le tocó a Daniel Scioli con su periplo mendicante a fin de que el Gobierno le diera los fondos para pagar el medio aguinaldo. Luego le llegó el turno a Mauricio Macri y el problema fueron los subtes. A continuación, el blanco fue José Manuel de la Sota a causa de la disputa con la Anses por los fondos que le debía girar a Córdoba para el pago de las jubilaciones. Ahora le llegó la hora a Daniel Peralta, el gobernador santacruceño. Santa Cruz representa el ejemplo del “modelo” creado y manejado por los Kirchner: una provincia endeudada, con gran injerencia del Estado en la economía, un manejo político feudal y abundancia del capitalismo de amigos. A eso llama el kirchnerismo un modelo “exitoso”. Desde que Néstor Kirchner dejó la comarca para acceder a la presidencia, ningún gobernador pudo hacer allí pie firme. El primero que sufrió eso en carne propia fue Sergio Acevedo, que supo ser titular de la SIDE en los días en que Kirchner hablaba de la transversalidad, quien el 16 de marzo de 2006 debió renunciar cuando se negó a ser un títere del entonces presidente. A Acevedo lo sucedió su vice, Carlos Sancho, que sí aceptó ser un títere del Gobierno central. Tras Sancho llegó Peralta.
Su actual gestión ya arrancó mal cuando los representantes de La Cámpora en la Legislatura provincial se le pusieron en contra. Los que conocen la política de Santa Cruz lo tomaron como lo que era: un alerta. Ahora todo está claro. La Presidenta ya no lo quiere más. Exige ahí a alguien de La Cámpora. La pregunta entonces es: ¿aguantará Peralta? A diferencia de alguno de sus predecesores, el gobernador parece dispuesto a resistir. Así que deberá prepararse para aguantarse algún aviso propagandístico denostando su gestión producido por orden del Gobierno y emitido en Fútbol para Todos.
El episodio dejó al desnudo la aceitada maquinaria de una operación en la que se utilizó el multimedios oficial y paraoficial, que dio aire a la denuncia acerca de la existencia de una red de espionaje montada desde la Gobernación para efectuar tareas de seguimiento a la Presidenta con fines desconocidos, lo que suena a mucha fantasía. Para su proyecto de permanencia y descendencia política, Fernández de Kirchner necesita que La Cámpora comience a hacerse de alguna gestión provincial a fin de que, con los recursos del Estado, construya poder. Ese es el plan, y Santa Cruz sería ideal como punta de lanza. ¡Qué mejor que un feudo que se maneja desde la Rosada!
En los “Aló Presidenta” de la semana se avanzó un poco más en el camino hacia el chavismo que el Gobierno viene desandando con prisa y sin pausa. Se repitieron conductas que forman parte de una planificación a la que contribuyen las más de cien personas que trabajan en la Secretaría de Medios. Así, las largas actuaciones de Fernández de Kirchner tienen cada vez más de perorata que de anuncios concretos, en la que se mezcla información cierta con información errónea, y en la que se emiten afirmaciones que no son verdaderas. No es verdad la afirmación de la Presidenta de que los medios no reflejan las buenas noticias que ella proporciona en sus apariciones. No es verdad que no utiliza la cadena nacional para ventilar aspectos de su vida personal o familiar. En realidad, para aspectos de su vida personal o familiar, no sólo utiliza la cadena nacional sino también los recursos del Estado. Esto, en realidad, no es de ahora sino que ya ocurría en tiempos en que Kirchner era presidente. Por otra parte, la Presidenta utiliza la cadena nacional para vilipendiar al que piensa distinto, para amedrentarlo y para avisarle que lo ha mandado a investigar por la Gestafip.
Hay que reconocerle a Fernández de Kirchner que en esta tarea tanto de acumulación de poder, así como también de búsqueda del poder “eterno”, viene siendo ayudada eficazmente por sectores de la oposición que todos los días demuestran estar en cualquier cosa. El Gobierno hasta se divierte viendo cómo con cada una de sus iniciativas divide a sus opositores y los mete en un laberinto en el que dejan al desnudo su confusión. El proyecto de habilitar el voto a partir de los 16 años es el último capítulo que ha demostrado la vigencia de esa penosa realidad.
En la semana hubo, además, dos afirmaciones que resumen el concepto de poder con el que la Presidenta lleva adelante su gestión. Por su contundencia y por su significado presente y futuro, es imprescindible no olvidarlas. La primera de esas definiciones la dio el viceministro de Economía en 6,7,8, el esquicio oficialista con aires “goebbelianos”. Dijo allí Kicillof: “Habría que bajar el precio de la chapa y fundir al señor Rocca, pero no lo vamos a hacer, aunque habló mal de nosotros”. Es claro, pues, que para el Gobierno cualquier crítica es pecado mortal. Esta definición, además de ser imprudente –qué empresario extranjero o local estará atraído a invertir su dinero en un país en donde un funcionario amenaza con fundirlo–, denota un pensamiento propio de un régimen totalitario. Seguramente habrá cosas para objetarle a Techint, pero si Paolo Rocca no hubiera osado criticar aspectos de la política económica no padecería hoy la ira oficial.
El otro concepto lo dio la Presidenta cuando dijo que “hay que temerle a Dios y un poquito a mí”. No está claro si se quiso equiparar a Dios, pero que haya habido funcionarios que aplaudieron jocosamente esta advertencia, es patético. No hay registro de que en un acto en la Casa Rosada funcionarios festejen el estar bajo la dominación del miedo hacia quien desempeña la primera magistratura del país. En la Argentina, miles de personas dieron sus vidas detrás del ideal de un país en donde la libre expresión del pensamiento fuera un derecho absoluto. Por ello es que resulta increíble escuchar a la Presidenta, que se dice un adalid del pensamiento progresista, ufanarse de que le teman “un poquito”. Se les teme a los dictadores; se les teme a los déspotas; se les teme a los tiranos. En cambio, a los verdaderos estadistas se los respeta. La Argentina del miedo a expresar un pensamiento distinto al del Gobierno no es ya un eventual riesgo del futuro, sino una penosa e inquietante constatación del presente.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.
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